Liceo Militar General Belgrano
Promoción XXXIV
(1981 - 1985)

Escritos Interesantes


Martincho pasaselo a los vagos, esta muy bueno lo escribió un ex cadete de varias promociones antes que nosotros, hoy tiene aprox 59 años, un abrazo

Ing. Juan  H.  Vogt


  *El ex-cadete, el liceísta y el síndrome del inmigrante*

 
 
 
  Cuando entramos al Liceo nos convertimos en cadetes y cuando salimos en ex
  cadetes, claro!, pero ya nunca más dejaremos de ser liceístas. No se puede
  ser ex-liceístas. Hemos recibido una especie de ciudadanía, que nos hace
  sentir como pertenecientes a una suerte de patria chica.
 
 
 
  Cuando egresamos del Liceo en realidad emigramos y automáticamente
  ingresamos a una sociedad que durante cinco años vimos e idealizamos desde
  afuera (porque estábamos adentro).
 
 
 
  Así nomás nos convertimos en inmigrantes.
 
 
 
  El inmigrante tiene idealizada la sociedad en la cual se inserta y por eso
  lo hace. Pero a medida que pasa el tiempo y luego de acomodarse lo mejor
  posible en el nuevo entorno, comienza a extrañar y a idealizar, ahora,
  aquel punto de partida.
 
 
 
  Posiblemente, para el inmigrante el lugar que dejó ya no sea el mismo. El
  tiempo habrá cambiado algunas formas, algunas costumbres, pero él lo
  guarda en el recuerdo congelado e inmóvil como una foto en color sepia. Y
  contará a propios y a extraños aventuras y anécdotas que al repetirse una
  y otra vez perderán y ganarán ingredientes y detalles que le darán esa
  patina mágica que los transforma en mitos, verdades equidistantes entre
  la leyenda y la realidad.
 
 
 
  En la dura lucha del tiempo con el recuerdo, éste rescata del olvido las
  cosas más lindas, mientras el
 
  tiempo va acunando en sus brazos largos las cosas malas hasta hacerlas
  dormir.
 
 
 
  El inmigrante tiene un pueblo que lo vio crecer, que le dio tonadas y
  características que siempre lleva con él. El liceísta tiene una promoción
  que lo vio crecer que le dio vivencias que le pertenecen.
 
 
 
  Y cuando se encuentran dos inmigrantes que vienen del mismo país pero de
  distintos pueblos, se llaman paisanos aunque cada uno tenga una imagen
  diferente de ese país, porque en realidad tiene la imagen de su pueblo,
  que quizás sea distante del otro y tenga diferente clima y otro paisaje.
 
 
 
  Cuando nos encontramos liceístas de distintas promociones que a veces
  están muy lejanas en el tiempo, tenemos diferentes paisajes pero hay un
  mismo espíritu que nos hace sentir cerca, es el espíritu de esa patria
  chica que nos marcó con su sello indeleble.
 
 
 
  Es que el Liceo, como un padre generoso y carismático hizo sentir a cada
  uno de sus hijos como si fuera único.
 
 
 
  Como el inmigrante, el liceísta tiene siempre en su equipaje un espacio
  dedicado a la caja de los recuerdos, que son horas, que son amigos, que
  son los padres que nos miran todos los días desde la foto pegada con
  chinches compartidas en el interior de la puerta del armario.
 
 
 
  Como el inmigrante, el liceísta se emociona cuando encuentra algún paisano
  y lo primero que pregunta es de qué pueblo viene, de qué promoción sos.
 
 
 
  Como el inmigrante, el liceísta le responde a sus hijos preguntas del
  Liceo que a lo mejor sus hijos
 
  nunca le hicieron.
 
 
 
  Tantas palabras se necesitan para explicar un color, o un sabor, una
  textura, un aroma, un sonido.
 
 
 
  ¿Cómo explicar el marrón terroso si no figura en la paleta de colores de
  ningún programa, o el gusto de la polenta de campaña, si es sólo
  comparable al gusto amargo del domingo a la noche?.
 
 
 
  ¿Cómo le cuento a alguien la textura de los cardos de la Siberia capaces
  de atravesar la tela más dura?
 
 
 
  ¿Quién va a entender aquel olor a pasto que nunca más volvimos a aspirar;
  era otro olor a pasto, era
 
  diferente, era el olor a Pasto del Liceo, es posible que hasta hoy
  podríamos diferenciarlo de otros olores a pasto.
 
 
 
  Como el inmigrante, el liceísta, siente que el único que lo va entender es
  un paisano, es otro liceísta,
 
  aunque sea de otro pueblo, y por eso, sólo por eso, ya lo quiere y lo hace
  amigo.
 
 
 
  Volver a pisar el Liceo es como volver a la patria chica pero jamás
  podremos volver al pueblo, porque ya está cambiado, porque es aquella
  promoción que ya pasó, son aquellos doscientos adolescentes inquietos que
  se sentían únicos. Que en realidad eran únicos.
 
 
 
  Es que ahora cuando nos encontramos ya no estamos solos, tenemos que
  compartir nuestras reuniones con algunas cabezas blancas, algunas
  arruguitas, algunas barrigas descuidadas, algunos lentes de aumento,
  algunas peladas... pero gracias a Dios todavía no se nos cayó del equipaje
  la caja de los recuerdos.
 
 
 
  Nota: Dedicado a todos los que me entienden, porque ellos saben que no
  estoy loco. También se lo dedico a los locos que yo no entiendo.
 


 

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